El domingo por la tarde, entre un par de tés helados y un frappuccino de chocolate blanco, me contaban una historia de amor que parecía sacada de una comedia romántica, pero que ha ocurrido de verdad. Dos personas que no se conocen de nada intercambian miradas en el metro – a quién no le ha pasado alguna vez –, coquetean en silencio durante algunas paradas, ella llega a su destino y sale del vagón dejando atrás a ese chico con el que ha tenido unos minutos de “complicidad”, pero del que se habrá olvidado unos metros más allá (o no). Cuando va subiendo las escaleras, alguien toca su brazo, es él, que con una mezcla de vergüenza y miedo le dice que por favor no se asuste, que es la primera vez que hace algo así, pero que si le daría su número de teléfono porque quiere volver a verla.
Hace un rato, trasteando por internet, me he topado con un artículo de Manuel Jabois titulado: “¿Qué harías si vieras a la chica de tus sueños en el metro?”, no he podido evitar sonreír y pensar: ¿salir corriendo tras ella (o él) e invitarle a un café? “Los amores eternos se suelen dar en pocas cantidades y en lugares tan dispares como un metro, la cola de un autobús o en la caja de un supermercado”, decía Jabois en su escrito. “Parece ser que a veces estás cosas suceden y salen bien”, cavilaba yo.
También leía hace unos días en el blog Café Desvelado, otro texto que hablaba de un encuentro casual de dos desconocidos en una librería comprando una agenda que nunca usarán y que, sin embargo, marcará la fecha del comienzo de una relación entre ambos.
El cine está lleno de estos amores a primera vista, de cruces de miradas que lo cambian todo, de personas que aparecen de repente en tu camino y de las que ya no puedes prescindir. En Todos los días de mi vida, Leo, el personaje que interpreta Channing Tatum, ve a Paige (Rachel McAdams) en una cola, ambos se miran y ¡zas! Él va tras ella, se presenta, toman una copa y no necesitan nada más. Si Leo no se hubiera atrevido a acercarse a Paige o si ella no hubiera aceptado, su bonita historia de amor se habría perdido entre la indecisión y el miedo.
Entonces, ¿es el destino el responsable de este tipo de amor? John Cusack y Kate Beckinsale apelan a él en Serendipity. Coinciden un día comprando regalos para Navidad, surge la magia entre ellos, pero cada uno sigue con su vida. Años más tarde, la ¿casualidad? hace que vuelvan a encontrarse y comprobar si aquella chispa que hubo tiempo atrás fue real o un espejismo y si aún sigue allí. ¿Existen los «accidentes afortunados»?
Ethan Hawke demuestra en Antes del amanecer que tan solo unos minutos son suficientes para saber si merece la pena ser valiente y apostar por lo que tienes enfrente, aunque acabes de conocer a esa persona. Hay veces que debemos bajarnos del tren para ir tras alguien que nos ha «agitado» el corazón. En ocasiones, por el contrario, debemos pasar de largo nuestra parada y quedarnos con ese alguien, sin saber muy bien a donde vamos, pero con la intuición de que la compañía es la adecuada.
Otra escena que recuerdo en la que un encuentro cambiará para siempre la vida de los protagonistas es la de la pequeña Chiyo y el Presidente en Memorias de una Geisha. Una preciosa niña llora desolada en un puente tras haberse caído, de pronto un hombre se agacha para consolarla, seca sus lágrimas con su pañuelo bordado y le compra un helado. Una sola mirada y las cálidas palabras con las que el Presidente hace sonreír a la muchacha de ojos azules bastan para construir un amor tan sólido entre ambos, que sobrevivirá a los años, a las traiciones y a la guerra.
Como suele decirse, la realidad a veces supera a la ficción, y hay instantes en las vidas anónimas tan mágicos o más que los que vemos en la gran pantalla. Consiste solo en estar en el lugar adecuado y en el momento preciso. Una mirada, un gesto, un choque fortuito, un gorro ridículo, una frase sencilla, un apretón de manos, incluso un olor, pueden hacer que esa chispa estalle y algo extraño, una especie de “vuelco”, ocurra en nuestro interior. En ese instante solo tú decidirás qué hacer: dejar que pase de largo o atreverte y correr tras ello. ¿Tú qué eliges?