Me llamo Cristina, pero casi nadie se dirige a mí por el nombre completo. Tengo 34 años, pero casi todos dicen que aparento menos. Nací en Valladolid, pero vivo en Madrid desde hace cuatro años. He estudiado enfermería, pero también periodismo. Soy una enamorada de los libros, pero reconozco que he dejado algunos a medias. Me encanta escribir, pero no saco todo el tiempo necesario para hacerlo.

Me fascinan las dedicatorias y antes de empezar un libro siempre leo el último párrafo. Cuando puedo me pierdo a propósito para descubrir rincones nuevos. Puedo pasar horas observando el cielo, en especial las nubes y los atardeceres. Me gustan diferentes estilos de música y me ilusiona que me envíen canciones que no conozco . Me divierte probar sabores nuevos, incluso aunque sepa de antemano que no me van a agradar. Mi vicio confesable son los bolígrafos, tengo un montón pero no los suficientes.

Creo que no hay verdades absolutas y que todo es relativo en esta vida. Que casi nunca se cumple el «siempre» y que el «nunca» es imposible. Que alguna vez no se acierta a la primera. Que en ocasiones las segundas oportunidades son necesarias. Y que a veces a la tercera no va la vencida. Que el que la sigue puede no conseguirla pero que es mejor perder que no intentarlo. Que te puedes sentir acompañado estando solo y sentirte solo estando con mucha gente. Que un beso puede cambiarte la vida y que un abrazo puede ser la mejor de las medicinas. Que la vida es dura e injusta pero que la balanza al final suele caer del lado bueno.

Escribo ideas, pensamientos, reflexiones, pequeños relatos y algo parecido a poesía sobre mi mundo y las pequeñas cosas. De eso van estos Reflejos de mi mirada. Si tienes un rato y te apetece, me encantaría que te quedaras. Comienza el baile.