«Solo necesito despegar.
Fue tan largo el duelo que al final
casi lo confundo con mi hogar».
Cuarteles de invierno. Vetusta Morla.
Se dice siempre que no hay que empezar la casa por el tejado, pero también que su estado es lo más importante en una vivienda. El otro día paseando me encontré lo que muestra la imagen y me pregunté qué habría ocurrido para dejarla así, a medias, sin tejado.
A veces la vida te hace lo mismo que los dueños de esa casa, te deja a medias, en pause. Tú crees que ya no habrá remedio, que te quedarás así, a la intemperie, inservible, sin tejado. Pero hay quien ve más allá y encuentra su hogar en esa especie de cabaña sujeta por unos cimientos de piedra, que parece que va a salir volando de un momento a otro, como la de Dorothy en el Mago de Oz.
Todo es cuestión de tiempo, de paciencia y de no rendirse. Unas cuantas piezas nuevas, un poco de lija, unas manos de barniz, dejar que seque bien y arreglado. No debemos darlo todo por perdido. Nunca.
Es mejor no juzgar las cosas por como empiezan, sino por como acaban. Y en estos últimos días del año pienso en esos cuarteles de invierno que se van deshelando por fin. Me acuerdo de una de mis películas favoritas, El lado bueno de las cosas, y de las palabras de su protagonista:
«El mundo te romperá el corazón de todas las formas imaginables, eso esta garantizado. Y yo no puedo explicarlo, como tampoco la locura que llevo dentro y la que llevan los demás.
Pero, ¿sabéis que?, el domingo vuelve a ser mi día preferido. Pienso en lo que todos han hecho por mí y creo que soy un tío muy afortunado».
Ya lo dice el refrán, no hay mal que cien años dure -ni cuerpo que lo aguante-. Cuando he hablado sobre este tema con otras personas, casi todas coincidimos en que es mejor ser positivos y pensar que después de la tempestad siempre viene la calma. Después de una mala racha la vida nos compensará con algo bueno, si no, ¿qué sentido tendría todo esto?
Lo importante está en las pequeñas cosas y en quien las disfruta contigo. Están los incondionales, los que se quedan a tu lado hasta cuando tú quieres marcharte; los vigilantes, esos que aunque no veas están ahí pendientes; los perdidos, aquellos que desaparecen durante algún tiempo y seguramente vuelvan cuando la tormenta esté amainando (no les culpes, es lo que tienen las dificultades, que es difícil estar en ellas); y por último los de la bomba de humo, esos que aprovechan el momento perfecto para alejarse sin dar explicaciones. De todos se aprende y todos te ayudan a crecer, aunque a veces duela, ya lo canta Raphael.
Y como esto iba de tejados y casas medio derribadas, digo, medio construidas -por eso de ver el vaso medio lleno- termino con el vídeo de la canción 23 de junio y con una de sus frases como deseo para el 2020:
«Haz que este baile merezca la pena
Yo haré lo propio con esta canción»