«Se necesitan dos para que haya un accidente» F. Scott Fitzgerald
Procuraba no perder sujetándole las nalgas, pero estaba resbaladiza. Acababa de echarse el aceite corporal justo antes de que él entrara sigilosamente en la ducha. Le encantaba sorprenderla en mitad de la nube de vapor que se formaba en el baño cuando había tenido un día duro. María subía dos o tres grados la temperatura del agua, era la mejor forma de diluir los problemas, sobre todo cuando Juan caldeaba el ambiente aún más. Una lástima que esa noche ambos terminaran en el hospital. Juan había perdido. Perdió el equilibrio y la memoria, María los dientes.
Ouch
Me gustaMe gusta