«Vaya uno a imaginar en dónde y cuándo el tiempo se hará polvo en la espesura»
Mentiras Piadosas. Mario Benedetti
Me olvidé de lo importante, podría echar la culpa a la falta de tiempo -realmente carecía de él- pero uno siempre sabe que en el fondo eso no sería más que una forma de echar balones fuera y no asumir su responsabilidad.
Ser adulto no es fácil -quién dijo que lo fuera-, implica tomar decisiones, asumir las consecuencias y seguir viviendo aunque haya días en los que cueste un triunfo levantarse de la cama, salir a la calle y exponerse a una marea en la que no siempre es sencillo nadar. A veces simplemente nos mantenemos a flote esperando que llegue algún bote salvavidas y nos rescate -del temporal o de nosotros mismos, no estoy muy segura- y otras, nos rendimos y nuestro cuerpo comienza a hundirse bajo el agua dejándonos sin respiración.
Cuando el aire te falta en exceso tienes dos opciones, seguir bajando o guardar la calma y empezar a mover piernas y brazos en busca de la superficie. El susto en la cara, un poco de tos y ese sabor a sal en la boca por el trago que has pegado mientras luchabas por salir a flote son las consecuencias menores, por dentro, aunque aún no lo sepas, eres un poquito más fuerte.
Nada dura para siempre, ni siquiera los problemas, o eso dicen. Así que solo hay que tener paciencia y saber esperar sin desesperar en el intento. Todo vuelve a su lugar cuando menos te lo esperas, es cuestión de relativizarlo todo y dar a las cosas la importancia que se merecen, ni más ni menos. La teoría es tan simple que da risa, ¿verdad?, otro cantar es ponerlo en práctica.
Perderse y volver a encontrarse, en eso consiste crecer. Sentir, sentir muchas cosas, buenas y malas, todo ayuda, porque sufrir es parte también de ese crecimiento, aunque duela. Es como ese refrán que dice «lo que no te mata, te hace más fuerte», y así es la vida, un montón de pruebas que te debaten entre la alegría, el hastío, la indiferencia o la pena. Saber encontrar el equilibrio entre todo eso es el secreto para ser feliz.
Una buena película, una serie, un libro, un paseo, una comida entre risas, una tarde de confidencias, un mensaje inesperado, un abrazo en el momento adecuado, incluso un masaje en los pies, hay muchas pequeñas cosas que pueden tirar de nosotros cuando nos falta el aire.
Y esto iba de «Mi mundo y las pequeñas cosas» y lo olvidé, lo abandoné en un rincón de mi cabeza, donde se han escrito muchos relatos durante todos estos meses y se han perdido entre el estrés, el trabajo, el no llegar a todo, el agobio por no tener tiempo y la autoexigencia.
Quise escribir sobre un perro llamado Tequiero, sobre la anciana que empujaba cada mañana un carrito de flores desteñido y esperaba en la esquina a que abrieran el supermercado, sobre la bolsa dorada que reposaba al lado de un colchón viejo y mugriento cubierto por mantas roídas, sobre el pequeño Spiderman que creía volar subido en un patinete, sobre la señora que me habló orgullosa de sus nietos olvidando mientras que el dolor y la enfermedad le comían por dentro, o sobre el joven negro que vende abanicos y pañuelos a la entrada del metro y no es consciente de que es la primera persona a la que le damos los buenos días muchos de los que pasamos por allí.
También quise escribir sobre las chimeneas, sobre los paseos a caballo, sobre los domingos remoloneando en la cama, sobre la sonrisa permanente, sobre cenas perfectas de dos huevos fritos y una hogaza de pan de pueblo, sobre la confianza y sobre las despedidas.
Quise muchas cosas pero no tuve tiempo de hacerlas porque me tocó priorizar y dejé cosas importantes para otro momento y todos sabemos que esos momentos se pierden y no se recuperan. Pero también sabemos que nunca es tarde para volver, aunque algo haya cambiado, todos lo hacemos.
Pensaba terminar con la canción de Carlos Gardel, Volver, pero mejor me despido con esta canción que aunque se ha puesto de moda ahora en una versión más rápida, yo prefiero su versión original, más lenta, más suave, como un susurro. He vuelto.
«There’s a place I go to
Where no one knows me
It’s not lonely
It’s a necessary thing»